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miércoles 13 de junio 2018

Jefes, ni se les ocurra prohibirme el Mundial 

Santiago Estrella

Sospecho -y temo- que mis jefes ya descubrieron que estoy en “modo mundial”. Y tengo que buscar alternativas, hacerme el gil si es necesario, para que crean que en realidad estoy trabajando. Finjo y no es algo de ahora sino de siempre, desde tiempos colegiales: uno hacía lo imposible para ver el Mundial.


Decir que uno está en modo mundial es como cuando está en “modo avión” en los teléfonos inteligentes. Uno está desconectado. Y por propia voluntad. O quién sabe quizá por una mano superior mueve ese botón de nuestras vidas para dejar todo de lado y pensar en fútbol. Solo en fútbol. Porque me apasiona. Y como dice una amiga: “siempre hay que seguir la pasión”.

Había un tiempo en que, en los trabajos, en las escuelas, en las universidades, los jefes buscaban desesperadamente, prohibición de por medio, la forma para que sus trabajadores no vieran los mundiales.

Recuerdo a un profesor de literatura que iba de aula en aula con un televisor diminuto, de unas cuatro pulgadas, en blanco y negro. En esos tiempos no podíamos pensar siquiera en uno de 32 pulgadas y que ahora parece apenas el monitor de la computadora ante los de 50 y 60 que venden ahora… Y con eso nos teníamos que conformar y hasta creíamos entender todo lo que pasaba en la cancha.


Ese profesor nos pedía -y creo que era la única vez en que le obedecimos 100%- que no gritáramos, que no celebráramos un gol, no vaya a ser que pase el inspector y nos rete a todos y no pudiéramos ver nunca más un partido y, para colmo, quedarnos sin él como profesor.

Un amigo argentino que vino a vivir a Ecuador en los años 90, no podía creer que estuviéramos tan locos por los mundiales. El país se paralizaba y ni siquiera estábamos entre los clasificados. Cuando le pregunté a un compañero de trabajo que tiene 28 años si ya estaba en “modo mundial” me dijo que no porque Ecuador no estaba clasificado. Y uno piensa si eso es posible, si el Mundial se ve solo para apoyar al equipo de uno o si uno vive estas encerronas porque se trata de ver el mejor fútbol, algo que se da apenas cada cuatro años y que después de eso tenemos que volver a la realidad de nuestros campeonatos locales.

Tengo entendido que en varias empresas ya se han dado cuenta que es una batalla perdida prohibir que sus trabajadores vean los partidos. Y parece que hay acuerdos. O debieran llegar a acuerdos. O dejar que sus trabajadores hagan sus tareas mientras el balón se está moviendo en alguna pantalla. A los trabajadores hay que hacer que se sientan bien. Y, en serio, no hay nada que otorgue tanta felicidad como los mundiales de fútbol. Si en el lugar en que trabajara me lo prohibieran, estaría considerando seriamente ser como ese profesor de literatura que alguna vez tuve.

Vamos, jefes, no prohíban ver el mundial. Sus trabajadores estarán agradecidos, quizá hasta se comprometan a trabajar más intensamente. Es algo que solo se da cada cuatro años. No sean mala onda.