Periodista formado en Grupo El Comercio y Bendito Fútbol. Comunicador social de coincidencia. Las casualidades de la vida me llevaron al fútbol y ahora me muevo en el área chica del mundo digital y las crónicas insensatas. Me apasiona hablar de lo que a nadie le gusta.
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jueves 25 de mayo 2017

¿Demasiada paciencia con Munúa?

Rodrigo Martínez

Gustavo Munúa está en el empinado camino de convertirse en el peor director técnico que ha pasado por Liga de Quito. El uruguayo, quien ya certificó el más nefasto inicio de la historia del club en sus primeros 15 partidos, goza de poca credibilidad entre la hinchada y convive con una plantilla que se le va de las manos.


Más allá del desastroso desempeño del plantel y de las equivocaciones de los dirigentes albos con los nuevos fichajes, la irregularidad de Munúa ha sobrepasado a la del criticado Claudio Borghi y se aproxima a los niveles tenebrosos de Édgar Ospina o Fernando Díaz, los directores técnicos que sentenciaron el descenso azucena en el 2000.


Un triunfo en cinco meses y la décima posición en el Campeonato es el resultado del uruguayo en el cargo. Las estadísticas son tan malas que la campaña de Liga se asemeja a la de clubes descendidos a la Serie B en los últimos siete años como Macará, Liga de Loja o Deportivo Quevedo. ¿Será este decepcionante inicio el que marque el destino de los albos de jugar el Superclásico con Aucas en la B?


La directiva ha respondido a hinchas y periodistas que piden que se marche Munúa del plantel. ‘Es un técnico europeo’, ‘Tiene una metodología de trabajo diferente’, ‘Es el que nos puede sacar del mal momento’, ‘Lo veo como a Bauza’, son algunos de los enunciados que se escucha cada semana a los administradores azucenas para justificar el indefendible desempeño del DT.


Más allá de lo válidos que pueden ser los argumentos para proteger a Munúa en el cargo, esta semana sucedió un incidente increíble en un club que es reconocido por sostener una buena relación económica, fraternal y hasta ciertamente indulgente con los jugadores.


El miércoles 24 de mayo, la plantilla no entrenó en protesta por la retención del 30% de los salarios. La medida, tomada como escarmiento por la mala campaña, fue rechazada por los jugadores, que hasta tuvieron un intercambio verbal con los dirigentes.


Munúa, en lugar de apresurar soluciones, tapó los problemas con excusas incomprensibles. “Se tomó la decisión de no entrenar, porque ya habíamos cumplido los objetivos”, dijo en referencia a la preparación de Liga para la Copa Sudamericana.


La declaración fue una confirmación de que el técnico uruguayo juega entregado ante el inminente final de su ciclo. Munúa no solo ha perdido la jerarquía en la Casa Blanca (derrotas de Delfín y Macará, empates contra Deportivo Cuenca y Fuerza Amarilla) sino que es incapaz de sostener a un grupo jugadores que protesta, con tal de no aceptar sus propios errores. La solución más fácil es eludir las preguntas de los periodistas con discursos vendedores de humo como “no hay problemas internos” o “el equipo está comprometido”.


Liga de Quito palideció en el 2016 con tres entrenadores que no lograron sostener el fuego que exhala el camerino albo. Quizá sea tarde para la renovación en una temporada de fracasos y un cambio abrupto de entrenador puede sepultar a Liga en la Serie B. Al final, los técnicos son hijos de los resultados y un triunfo en 16 partidos no es ninguna garantía para salvar a Munúa, así sea en Montevideo.