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Así celebraron los jugadores de Boca Juniors la goleada ante River. Foto tomada de la cuenta de Twitter de Andrés Chávez.

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Boca aplastó a River 5-0 en el superclásico en Mendoza

Canchallena.com.ar

Argentina

Partidos como el anoche empujan el subibaja de la confianza. Arriba o abajo. Se entusiasma Boca, desde algún tiempo en lenta reconstrucción. Empieza a cambiar el gesto de River, el campeón sudamericano que empezó el año en zigzag. 

Buenos Aires

La ráfaga xeneize marcó diferencias tan grandes que la historia se cerró mucho antes del final de la primera etapa. Algo tan inusual entre ellos que costaba distinguir entre fantasía y realidad.

Se vio una paliza en apenas media hora. Fue el tiempo exacto en el que Boca midió los tiempos y dejó demasiado atrás a River: 3-0. Los méritos xeneizes fueron grandes como el mismísimo Malvinas Argentinas. Es cierto que ayudaron las distracciones de los millonarios, que, de a ratos, entre tantos desatinos, le dejaron el campo abierto al conjunto dirigido por el Vasco Arruabarrena.

Entre ellas la expulsión del uruguayo Mayada, por doble amarilla, en el medio de la confusión. Y no hizo falta carteles indicadores para saber dónde quedaba el arco de Barovero. Pero fue Boca el que forzó las equivocaciones de River con una presión tan grande como eficaz.

También importaron los contextos. Por primera vez en los últimos tiempos River llegó con las defensas bajas. Lo había impresionado la derrota de la semana pasada con una formación xeneize alternativa (1-0) y, aunque ninguno lo confirmó, la palabra desquite deambuló por la mente de varios en el plantel dirigido por Gallardo. El ánimo azul y oro, en cambio, estaba al tope no sólo por el éxito en el superclásico, sino por haber salido airoso en el desempate con Vélez (1-0).

Con el terreno allanado en la clasificación a la Copa Libertadores, en un grupo más accesible de lo que se imaginó, Boca empezaba a sentirse otra vez en la pole position. Hacía mucho que eso no pasaba. Y aceleró hasta quién sabe dónde, con dos laterales con mucha proyección; con Gago como volante de contención, con Pablo Pérez y Cristaldo como laderos, y con tres atacantes incansables, Palacios, Gigliotti y Chávez. Varias veces jugó 4-3-3, aunque, por características, fue más ofensivo que nunca.

River sigue en una zona de apagón. Las luces de antes no se encienden. El medio campo genera poco juego y los delanteros parecen en otra cosa. Además, si los defensores tienen errores tan gruesos no queda otra más que la caída. Boca todavía no tendrá la luminosidad pretendida, pero jamás se desconecta. Al menos, eso intento en todos los partidos de verano.

Marca, concentración y más marca. Después, juego rápido, si puede, a un toque, como anoche, con velocidad y precisión. La idea es la misma con el equipo base o con algunas piezas de recambio. Todos intentan. Todos van y vienen. Funes Mori hizo un peligroso pase atrás, Maidana pisó en falso y Cristaldo se escapó al gol. Después, tras un córner para River, el contraataque terminó en la red con un pelotazo de Chávez para Palacios. Y, más adelante, Kranevitter se equivocó en un pase y Palacios le devolvió la gentileza a Chávez. Así de fulminante fue Boca.

River no controló los nervios. Sólo así podrá entenderse la expulsión de Sánchez, en apenas 11 minutos en el campo. Boca tocó la pelota de un lado a otro con la diferencia numérica. Los dirigidos por Gallardo hicieron lo que pudieron para no recibir más goles. Sobre todo cuando Teo también vio la tarjeta roja. Arruabarrena pidió más y más. Calleri aumentó la cuenta con un tiro a colocar. Y Bentancur, de cabeza, la cerró. Terminó por paliza.

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